Cuando hablé por primera vez con Nick Fox Weber, el director de la fundación de Josef y Ani Albers, me sentí muy intrigado por la vida de Anni. Es una artista que vivió y desarrollo su trabajo entre Alemania y EEUU, centrándose en los tejidos y ha dejado un legado impresionante siendo un referente de su generación. Anni Albers pensaba en su arte como una fuente de calma y equilibrio en un mundo tenso, con problemas. El objetivo de su arte era entretenerte. Lo mismo ocurre con mi manera de entender la gastronomía, mi objetivo es conseguir que las personas que se sientan a mi mesa, vivan una experiencia y sean felices.
Virgilio es un cocinero con un olfato especial, es un explorador, sabe captar muy bien la esencia de los lugares y es lo que comparte y transmite a sus comensales. Conocí Perú de su mano, me mostró aquellas cosas que te cautivan y me permitió, en un viaje muy corto, enamorarme del país.
Si hay algo emocionante en cocina es saber interpretar los ritmos de la naturaleza, para poder sacar el máximo provecho de lo que nos ofrece. Este es un principio fundamental en Nerua, ya que es ella la que nos marca cada temporada y nos lleva a hacer tres cambios de carta al año. Vivimos la temporalidad, observamos en cada estación qué ocurre en la naturaleza y construimos nuestro discurso con lo que nuestro entorno nos ofrece. Y si lo hacemos con nuestros platos, ¿por qué no hacerlo también con nuestros vinos? Cada maridaje es distinto, ya que los vinos que ofrecemos en primavera, por ejemplo, nada tienen que ver con los que servimos en invierno, pero este año, hemos ido un paso más allá con uno de los productos icónicos de Euskadi: el txakoli.
Cuando el chef Matías Perdomo llegó a Italia procedente de Uruguay, quería construir un plato que le recordara a su tierra, a su cultura, que le trasladara a sus raíces, e inmediatamente pensó en los ravioles con tuco, una receta tradicional de Uruguay y Argentina, en la región de Río de la Plata. “Representa mucho mi infancia y es un buen plato de pasta familiar”.
El santiaguiño es un pequeño marisco no muy conocido y hasta hace años, no muy valorado, pero en la actualidad, su carne es muy apreciada.
La nata de coco es uno de los más interesantes descubrimientos que he vivido durante mis últimos viajes. La descubrí en uno de los viajes más especiales que he hecho en los últimos años, de la mano de mi amigo Chele González. Gracias a él, conocí Filipinas, el país en el que decidió quedarse para cumplir su sueño de abrir su propio restaurante.
La familia Roca (Joan, Josep, Jordi) no necesita presentación, pero siempre me gusta destacar que son una familia muy unida y comprometida con la gastronomía. Han sabido hacer su camino, con un estilo propio vinculado al buen gusto y comprometido con sus raíces, su memoria.